Ese otro que es uno mismo
Hay una Teresa que va conmigo.
Conversamos, giro la cabeza para hablarle
Porque va a mi lado, y me indica el restaurante
donde cenaremos. Llegamos: me mueve la silla,
y llama al mesero.
Salimos: me recuerda las diligencias que debo realizar.
Me aprieta el brazo y me jala de la camisa
para indicarme que no debo atravesar la calle
con precipitación.
Duerme a mi lado y salta a la madrugada
para abrirme la puerta del baño.
También elige mal y me traiciona, me toca ahí
la reconvención hacia mí misma.
Entonces vuelve a ser inmejorable compañía:
leemos juntas y cantamos a dos voces, canciones
que yo canté en otro tiempo.
No necesito a nadie más que a ella
para soñar, cantar, salir , divertirme
y hasta para morir:
Ella me lleva de la mano de Dios hacia lo eterno
y responde ante Él por mis actos mundanos,
pero es tan perspicaz, que ante cierta pregunta
del Juez Celestial responde: “Esos actos no los cometí yo,
son de ella” y me señala con su dedo nacarado
y su uña de ala, recta como los silencios
de los seres que habitan ese abismo de la altura.
Ahí termina el juicio.
Le ordenan que se siente a la diestra de Dios Padre…
Y yo aquí purgando en soledad todas mis culpas.
( Poema de Teresa Sevillano, el cual forma parte de su poemario Ojos de luna nueva, publicado en el año 2014)